La vida crápula no sólo consiste en embriagarse esporádicamente y hacer locuras de una noche. El verdadero canalla tiene una particular forma de ser, un modus vivendi que lo delata fácilmente. Sin embargo, cada vez más hay quien se cree un trápala por intoxicar su sangre con bebidas espirituosas y comportarse como lo que no es. Tradicionalmente, han sido las féminas las que más han repudiado a las canallescas nocturnas y diurnas, pero, por alguna extraña razón, algunas de ellas se sienten atraídas por el mundo crápula hasta tal punto que intentan formar parte de ese peculiar y nada recomendable modo de vida. No obstante, lo único que consiguen es cambiar radicalmente su personalidad amparadas en desproporcionadas dosis de alcohol. Esporádicamente pasan de ser reputadas doctoras Jeckyll a desvergonzadas señoritas Hyde y con ello creen que convertirse en mujeres fatales. Las bebidas espirituosas y fermentadas ayudan a desinhibirlas, sobre todo cuando se trata de verdaderas reprimidas sociales. Es un efecto que curiosamente no se percibe tanto en el verdadero canalla, que se deleita y se lamenta al mismo tiempo de su incapacidad para cambiar de vida.
Pese a todo esto, una noche etílica siempre supondrá para estas aspirantes a crápulas un efecto de fugaz válvula de escape, con la que oníricamente se sienten liberadas de la represión a las que socialmente ellas mismas se someten. Por tanto, no estará tan mal eso de ser chica canalla por una noche.