lunes, 20 de septiembre de 2010

Ladillas ruinas

Pido disculpas a todos por tardar una semana en actualizar este blog, pero me puedo excusar por una tragedia corporal, una invasión de ‘Pthirus pubis’. Vale, jodidas ladillas. Pero, hay que reconocer que un latinajo que incluya la palabra pubis tiene una carga erótica que reconforta. Eso sí, no te quita el incesante picor de esos piojitos diabólicos, que no me los ha mandado Eros sino una lujuria paupérrima. Y no me refiero con esto a lo pecuniario, porque servidor hace años que ha logrado evitar a las putas ‘low cost’, aunque ahora suele tratar más bien con sus hijos. Lo que quiero decir es que esta invasión de diminutos parásitos chupasangres viene provocada por mi incapacidad para frenar los instintos masculinos más bajos, que me llevan a alternar con soltura y sin miramiento ninguno por ese gran universo nocturno de féminas poco agraciadas y propensas al disfrute sexual sin cortejos ni previos ni posteriores.
Los síntomas son claros. Un prurito, que nada tiene que ver con los sofocos veraniegos, te recorre todo el cuerpo, aunque se suele centrar en zonas sensibles. Después llega la consulta al farmacéutico, que te confirma el contagio venéreo. Un tratamiento a base de crema y champú especiales, que me han costado como un servicio de una humilde meretriz, es suficiente para empezar el exterminio de las ladillas. Pero, lo que más me ha dolido es el doble mensaje del boticario: La infección se produjo hace una semana y no debo tener relaciones hasta una semana después del tratamiento. Lo primero fastidia bastante porque me niego a recordar cuál pudo ser la desgraciada que me ha originado estos horribles picores. No me gasto medio sueldo en beber ginebra para tener que acordarme de esos escabrosos detalles. Lo segundo me hace reflexionar durante unos minutos para concluir que tendré que evitar en la medida de lo posible el desenfreno sexual sin criterio. Y no sólo en las próximas semanas sino también como un nuevo ‘modus vivendi’. Pero, estas divagaciones terminarán como siempre hundidas entre los cereales fermentados, mientras que brindo por la orgía de ‘piojos del pubis’ que vivo en mi cama. Es un buen momento para sustituir a ese inoperante ‘karma’ y vengarme de Claudia, la ‘panseguro’, que me fastidió un prometedor ligue hace casi un año. Será una forma de expandirme, aunque sea montando franquicias de mis ladillas en cuerpos ajenos.

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